Por Lauri García Dueñas

A mí, Valentina me ha enseñado cuáles son los cómics o novelas gráficas que me gustan.
Guido
Crepax, italiano, ya había conseguido en 1967 con “La fuerza de la
gravedad” lo que cualquier ilustrador desearía: un estilo, un encuentro
entre las bellas artes y la historieta.
Porque
los dibujos de Crepax son, cada uno de ellos, una obra de arte que, si
yo fuera museógrafa, los colgaría en una sala especial.

Retrata la historia de
dos mujeres casi iguales, unidas por una envidia imitativa: Zelda y
Martha, y de Valentina, por supuesto, nuestra heroína suave y sensual.


Valentina
es una mujer que al final no se reivindica, ni lo necesita, sino que,
lastimosamente, como en esta época, es el cerebro electrónico el que se
saldrá con la suya.
La femineidad
para Crepax está sugerida en un cuerpo fino, no voluptuoso, de una mujer
que puede someter a otra utilizando un bozal.

Por
supuesto, Valentina se vengará del hombre que la hizo recluirse en el
manicomio: Rembrant. Y observará al lector con medias y látigos y sus
enormes ojos fijos.
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